La guerra no es un intercambio de cumplidos, sino la cosa más odiosa del mundo: hay que comprenderla bien, y no jugar a la guerra. Debe aceptarse severamente esa terrible necesidad. Todo se reduce a eso. Rechazando los engaños y las mentiras, la guerra entoces se llevará con todas sus consecuencias y no será un juego; de otra manera se convierte en el pasatiempo favorito de gentes ociosas y frívolas.(...)Mañana, por ejemplo, se reúnen y acuerdan matarse unos a otros: se matan, dejan malheridos a decenas de miles y luego celebran numerosos tedéums para agradecer el haber matado a tanta gente (cuyo número llegan a aumentar) y proclaman la victoria suponiendo que cuantos más muertos, mayor el mérito. ¡Cómo puede Dios mirar y escuchar todo esto desde allá arriba!
Su título original es Война и мир -¡toma ya!- y con el mismo hubo cierta confusión, pues se podía traducir tanto como "Guerra y Paz" o como "Guerra y Mundo", pues esa palabra impronunciable para nosotros es sinonimo de mundo allá. Pero cuando Tolstói tradujo al francés su obra y la tituló "La Guerre et la Paix", todas las dudas quedaron resueltas. ¿A qué viene esto? Pues a que bien se podía haber llamado "Guerra y Mundo", porque a fin de cuentas es una novela que relaciona las vidas de gentes diversas con los tiempos de guerra. Sin embargo, en los -aunque escasos- periodos de paz también ocurren hechos importantes, así que el título no deja de ser acertado.
Guerra y Paz no es, pues, sino una novela histórica aunque con curiosos tintes subjetivos. ¿A qué me refiero con esto? El autor, a saber Liev -o León- Tolstói no deja del todo de lado sus opiniones respecto a los temas tratados, y algunos capítulos enteros están dedicados a reflexiones del autor que pueden parecer algo fuera de lugar y confundirte y que, sin embargo, me han sorprendido muy gratamente. Adoro como Tolstói es capaz de encontrar ejemplos cotidianos para hacernos entender su punto de vista y, en cierta manera, te "manipula" -en el buen sentido- y acabas esgrimiendo sus reflexiones viperinas como propias.
Algo que siempre me ha maravillado de las novelas históricas, desde que descubrí este género con el muy recomendable "El Mozárabe" de Sánchez Adalid, son los lazos que unen a los personajes. Estos hilos casi transparentes son, a mi parecer, lo más excitante. A mí me encanta cerrar los ojos y recordar las pequeñas subtramas que relacionan entre sí a todos los personajes. Así pues, estoy muy en desacuerdo con quien escribió, en el índice de personajes de mi edición, que la protagonista de esta novela de 2000 páginas no es otra que la ingenua Natasha Rostova. A pesar de que nunca he congeniado con este personaje, debido a su infantil carácter algo pedante y cansino, puedo admitir que es el eje al que y desde el que fluyen todos los demás personajes, es decir, el nudo desde el cual surgen todos los hilos de la historia.
Sin embargo, no puedo considerar a Natasha Rostova como protagonista, o no por lo menos como protagonista completa de este maravilloso clásico -ruso e imprescindible-, sino a sus dos amantes y amados. Esto es, el afable conde Pierre Bezújov y mi adorado príncipe Andréi Bolkonski. E incluso Nikolai Rostov, hermano de Natasha, podría ser más protagonista que la susodicha. Pero eso es harina de otro costal.
Pierre Bezújov es un personaje que desde su temprana aparición me ha maravillado y tan solo por un factor: su increíble sencillez. Es un hombre grande y fuerte, diríamos que hasta grueso, sin embargo, mira el mundo "a través de sus lentes", como Tolstói dice, temiendo en todo momento estar fuera de lugar y descubres que no es otra cosa que débil moralmente hablando. Por eso le tomas un cálido cariño que se refuerza más tarde con sus profundas reflexiones y que, para mí, se empaña al final porque acaba suplantando a mi personaje favorito -al que, digamos, no le llega ni a la horma del zapato.
Este no es otro que el príncipe Andréi Bolkonski. Desde su también temprana aparición, pues comparte primeras hojas con Pierre, Tolstói lo nombra como "el joven príncipe". Sin embargo, sus rasgos secos, sus modales altivos y su limpio lenguaje hacen que te lo imagines como un hombre mayor y aburrido. Así, al menos, pensé yo. ¡Qué equivocada estaba! Se conviritó en mi personaje favorito por una cosa bien simple: me siento completamente identificada con sus cambios de humor, pues mi querido Andréi es un hombre de carácter lleno de altibajos - así lo demuestra su teoría de la felicidad negativa. Un día, para él -y para mí- el cielo está límpido y sin manchas y al siguiente, anuncia tormenta. No puedo encontrar sino similitudes en cuanto a esto -claro que cuando él descubre el cielo límpido y sin manchas se encuentra tirado en un campo de batalla y con una bandera entre sus brazos.
Su estremecedor romance con Natasha Rostova hizo ganar más y más - y más - puntos a su favor, por su dulzura y su tierno amor. Hagamos un parentesis en mi crítica para decir que es taaaaaaan adorable. Bien, continuemos. Y también hizo que odiara más a Natasha. La envidia tuvo algo que ver, para qué mentir, pero ¿Irse con Anatole Kuraguin? ¿Perdón? ¿Teniendo al príncipe Andréi para ti solita? Como diría Obélix -o no- estan locos estos rusos. O rusas.
No me gusta nada doblar las esquinas de los libros, pero esta vez lo tuve que hacer: se trata de una de las escenas - por no decir la más - más románticas que he leído. Y en ella toma parte, por supuesto, Bolkonski. Si tenéis un ejemplar de Guerra y Paz a mano, la escena de la que os hablo se desarrolla en el libro tercero, tercera parte de éste, capítulo XXXII. Hay otra redactada desde el punto de vista de Natasha, pero, para mí, no es tan impresionante como ese tono delirante que utiliza Tolstói con el príncipe Andréi. Claro que esto es en mi opinión, que todo depende del color del cristal con el que se mire. A mí me parece una escena grandiosa.
Supongo que ahora ya ha quedado claro quien es mi personaje predilecto, que está guardado en ese pequeño cajón -ese no, el de al lado- de mi cabeza, en el que una etiquetita reza: "Personajes favoritos de Natalia" y en el que duermen el señor Darcy, Julian Caráx, Daniel Sempere, Yassen Gregorovich y Robbie Turner, entre otros.
Creo que la gente piensa que Guerra y Paz es, hablando en plata, un tostón. ¡Qué equivocados están! También dicen que es un tocho. En esto están en lo cierto. Casi 2000 páginas, pero de las que no se puede suprimir ni una ni media. ¿Por qué? Por la grandeza descriptiva de Tolstói, sus maravillosos personajes, sus increíbles reflexiones y la sutileza con la que sus ideas penetran en tu mente, su credibilidad, su acertada narración histórica... A mí me gusta pensar que los clásicos, si son clásicos, por algo lo serán. Y he de decir que el genio de Tolstói es realmente admirable, aunque a él, como deja bien claro en la novela, no le gusta esa palabra...
Desde aquí animaros a descubrir el universo de la Rusia de 1802 a 1813 en una de las mayores obras de arte de la Literatura que ya engrosa mi lista de libros que dejan, sin lugar a dudas, una huella imborrable.
Natalia
P.S. Siento de veras la extensión. A esto me refiero con lo de imborrable.
3 comentarios:
Supongo que llego tarde per estoy viendo "across the universe" e intuyo que te va a gustar. Besos
Me gusta.
Llego un poco tarde, pero es que he estado fuera unos días... :)
Yo aún no sé cómo te atreviste con este libro. Es tan grande... y hay tantas personas que no han podido con él...Pero tú lo has devorado y en menos de un mes!!!
Me ha encantado la crítica :) así ahora ya tengo una idea de lo que trata el libro! Y se nota un montón que te ha gustado ;)
Y por cierto, me gusta mucho tu nuevo diseño de "loca por:" Es chulísimo!
Un beso fuerte y sigo comentando!
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