miércoles, 17 de marzo de 2010

El prefacio de Wilde (o de la belleza y el arte)

El artista es el creador de cosas bellas.
Revelar el arte y ocultar al artista es el fin del arte.
(…)
Los que encuentran feas significaciones en las cosas hermosas están corrompidos sin ser encantadores, lo cual es un defecto.
Los que encuentran bellas intenciones en las cosas bellas son los cultos. A ellos les queda la esperanza.
Existen los elegidos para quienes las cosas bellas significan únicamente la belleza.
(…)
Pensamiento y lenguaje son para el artista materiales de un arte.
Vicio y virtud son para el artista materiales de un arte.
(…)
Todo arte es a la vez superficie y símbolo.
Los que quieren comprender el símbolo, corren también su riesgo.
Es al espectador, y no a la vida, a quien refleja realmente el arte.
La diversidad de opiniones sobre una obra de arte demuestra que la obra es nueva, compleja y vital. Cuando los críticos discrepan, el artista está de acuerdo consigo mismo.
Podemos perdonar a un hombre por haber hecho una cosa inútil siempre que no la admire. La única disculpa que tiene el hacer una cosa inútil es que uno la admire intensamente.
Todo arte es completamente inútil.

(...)

El artista siempre crea cosas bellas, aunque no podemos restringir nuestro pensamiento al termino de “bello” al que estamos acostumbrados: no es bello aquello que es bonito, sino lo que produce belleza. La definición de belleza nos puede sorprender hoy día. La belleza es una propiedad de las cosas que hace amarlas y no siempre se ama lo meramente bonito o estético. Wilde recalca esto muy claramente ensalzando a aquellos “elegidos” que entienden las cosas bellas como belleza, que las aman.

Retomando el concepto de bonito y estético, Wilde señala que tanto la virtud – lo que podríamos catalogar de agradable, bonito, precioso – como el vicio – que nos evoca lo repulsivo, lo feo, incluso lo deforme -, son materiales para lograr el arte. A esto se unirán el pensamiento y el lenguaje – y la relación que hay entre ambos – para llegar a la superficie y símbolo. La diferencia se ve claramente cuando hablamos de un cuadro, de un poema, o del mismo extracto de Wilde. La superficie son las palabras con las que el autor nos habla, o las pinceladas que se dan sobre un lienzo –así como aquello que las pinceladas representan- mientras que el símbolo es lo que el artista quiere transmitir al espectador, a quien se podría traducir como el último motivo del arte, porque ésta se proyecta al espectador y, más importante, lo refleja, como si al leer la frase de un poema estuviésemos leyendo nuestra propia piel.

Vista la diferencia, pese a que la superficie o la forma de una expresión cualquiera de arte sea repulsiva ¿podemos catalogar esa obra de no-bella sin haber entendido el significado o el símbolo que se nos quiere transmitir? ¿No será ese símbolo, esa profundidad añadida por el artista, lo que nos hace amarla, lo que la hace bella? Pese a que cualquiera de nosotros, en calidad de espectadores, podemos realizar una lectura de la obra de arte e intentar acercarnos al significado, a los sentimientos, a las imágenes que el artista nos quiere transmitir y de allí obtener una opinión subjetiva acerca de dicha obra, el artista será, en ultima instancia, quien pueda catalogar de bella una obra, en función del significado último del que quiera dotarla.

(...)

El arte es, en definitiva, la argamasa que une todo: mezcla lo bello con lo horrendo, lo útil con lo que no lo es y lo necesario – lo que siempre sucede así porque no puede suceder de otro modo – con una suerte de libertad, esa de la que el artista goza y aquella que utiliza para hacer este mundo un poco más bello. Para conseguir que lo amemos un poco más.

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Primero, un extracto de Oscar Wilde y lo que sigue, otro extracto de un trabajo para clase de Filosofía, reflexionando sobre si el arte siempre produce una obra bella. No os habréis quedado con ganas, pero si queréis leerlo entero está colgado en el periódico de mi colegio y lo podéis ver por aquí.

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