martes, 23 de marzo de 2010

Gesta (II)

II
Y en la sala del piano
un esqueleto
jugaba al ajedrez con guantes negros


Las manos frías no pueden tocar el piano. Lo ensucian de hielo, lo nievan de piel. No pueden siquiera acariciarlo. A él, que se erige en silencio, cobarde en la oscuridad y altivo en la luz, no se le puede acariciar sin guantes. Sino las notas, delicadas, se rompen. De mis manos el calor ha huido, temeroso de mis venas. En la sala, el piano también huye, se esconde entre las sombras. En una esquina, de esas redondas, un pequeño ajedrez sonríe. ¿Se puede acariciar sin otros guantes que la escarcha al pequeño alfil que se adivina en madera? ¿A los peones que, ciegos, siguen adelante? ¿Rozar siquiera ese blanco y ese negro, tablero donde no existe el gris? Ya no, porque, esqueleto, se me ha concedido el jaque mate. El tablero se siente vacío. El rey ha muerto, ¡viva el rey! Y el olvido: a los tres minutos, se reinicia la partida.

P.S. Foto

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