En este momento, se suponía que Aubrey estaba disfrutando de unas vacaciones, ya que el señor Appersett se encontraba en Bath recuperándose de una grave enfermedad, y un primo suyo con quien afortunadamente había podido comunicarse lo había sustituido en sus funciones. Cualquier chico habría guardado sus libros en un estante y buscado su caña de pescar. Aubrey, en cambio, se llevaba los libros incluso a la mesa del desayuno, y dejaba que se le enfriara el café mientras apoyaba su despejada y delicada frente en una mano, clavando la mirada en la página y se concentraba de tal forma que una podía llamarlo por su nombre una docena de veces sin obtener respuesta.GEORGETTE HEYER
Venetia
Hoy, mientras leía estas líneas, a mí también se me ha enfríado el café...
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