lunes, 1 de febrero de 2010

Impaciencia (o de cómo me descubro en Zweig)

Quizá, para explicarme lo delirante de este inesperado descubrimiento, tengo que recordarme de nuevo a mí mismo que desde mi infancia nada había pesado tanto en mi alma como el convencimiento de ser un hombre completamente superfluo, sin interés alguno para los demás o, en el mejor de los casos, indiferente. En la escuela de cadetes, en la academia militar, había sido alumno mediocre, en absoluto destacado, no era de los más estimados ni aventajados, y las cosas no me iban mejor en el regimiento. Y así, estaba profundamente convencido de que si de repente desapareciese, si por ejemplo me cayera del caballo y me desnucara, los camaradas quizá dirían: "Pobre Hofmiller", pero al cabo de un mes nadie me echaría de menos.

Leyendo La impaciencia del corazón del muy recomendado y recomendable Stefan Zweig - en el que me perdí hace ya tanto de eso con su María Antonieta - se aprenden muchas cosas sobre uno mismo: no sentirte identificado con el protagonista se hace algo imposible e impensable en las hojas de esta novela. Porque sabes que lo que dice Zweig por la boca de Anton Hofmiller es completamente cierto y que tú actuarías de la misma forma de haber conocido a la misma Edith Kekesfalva que él...Y leyendo a Zweig me reconozco así a mí misma. Sobretodo en ese trocín de allá arriba. A veces ahoga pensar en el desaparecer repentino y permanente...Así que hoy me siento Hofmiller. Y es una sensación que creo que todos compartimos... aw, junto con sentirse Bolkonski, por supuesto. Aunque ambas superables.

Sí, me reconozco a mí misma. Esto es, a mí yo indignado por tener que estudiar el Realismo y el Naturalismo no con Galdós y Clarín sino con Peréz-Reverte -¡blasfemia!-. Qué sinsentido más grande. Peréz-Reverte es genial, pero creo que con nadie estudiaremos mejor el Realismo que mmm no sé ¿con los realistas?

Saludos!
N

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