viernes, 26 de agosto de 2011

Una cosita así

How am I supposed…?

Discuten, yo pagaré, dice él, armado con un billete de cinco, no, hoy he de hacerlo yo, dice ella, perdidas las monedas entre sus dedos, pues aun no sabe contar los peniques; discuten como si aquello fuese su cafetería habitual y no una con vistas a Trafalgar Square, igual que se besan, – la piel arrugada sobre la nariz, el brazo tenso del abrazo inesperado, los cabellos desertores de la coleta o de la trenza o del moño, las gafas ladeadas por la electricidad repentina, súbita, que estalla y restalla sin que ellos se den cuenta, habituados a ella, la energía intensa del breve parpadeo del semáforo, en el que se detienen ahora con el sabor a cappuccino aun entre los dientes, el olor a libras entre sus manos, sabes, cuenta él, él niño, se arquea, se transforma, no está en Londres, se aleja, está en un pueblo con nombre de lluvia, cuenta la leyenda – la leyenda que en realidad es un hombre de gafas grandes y arrugas de sonrisa – que unos niños quisieron atrapar la luna, que se había quedado encerrada en el lago, pero los atrapó el monstruo que allí moraba – habla y habla sin detenerse, sin nexos, con trabas, parte de su infancia deslizándose desde su garganta hasta los oídos de ella -, y cuando fue su yaya a salvarlos sólo pudo agarrarles del cabello, con tanta, tanta fuerza que los pelos – rizados, negros, como el suyo, el que agarra con fuerza ella cuando lo detiene del paseo, cuando lo rescata de la rutina secreta y lo arrastra hacia otro cuarto –, los pelos de los niños se quedaron grabados en las palmas de sus manos y por eso nosotros tenemos estas rayas, ¿del destino?, quién sabe, pero aquí están, igual que ella entró en su vida y la habita con la naturalidad de quien siempre ha estado allí, en ese clima de paraguas constante, en ese sofá con cojines de Camden, en esa cocina con un armario que huele a especias, a dulce, a hogar, la sencillez de quien siempre ha dormido en esa cama, siempre se ha sentado en la arena de madrugada, siempre ha mordido suavemente detrás de la oreja, siempre ha abrazado así; la llaneza de quien siempre ha vivido allí, con él, en quince días, en un año, en un instante, en un beso, nunca en otro sitio, en otro lugar, en otra ciudad, nunca en otro momento.

1 comentario:

Katua dijo...

'arrugas de sonrisa', me enamoré de eso hahaha