viernes, 4 de noviembre de 2011

La orfandad de la Literatura (o de objetividad, subjetividad y verdad)

El lenguaje de la Literatura no responde a la servidumbre de la comunicación, nos repiten una y otra vez en clase de Teoría de la Literatura, esa asignatura que tanto miedo me daba los miércoles a las 8h30 de la mañana pero en la que ahora disfruto como una niña. La literatura hasta el siglo XVIII tiene fines exclusivamente didácticos; en el XIX surge el concepto de “arte por el arte” y se produce una total roptura entre Literatura y comunicación. Gadamer, nos dice mi profesor, habla del “debilitamento del carácter gnoseológico de la Literatura”, es decir, que el arte rompe con la mímesis y no busca plasmar fotográficamente un mundo anterior, sino que el autor crea un mundo nuevo y único.

A mí todo esto me suena a Nietzsche y a los que nos llaman letrasados. Bueno, a Nietzsche por la parte buena y a los otros por la mala. Porque aquí empieza una pequeña crítica a la ciencia. Empecemos – aunque me da en la nariz que éste será un artículo para mí y que a vosotros os dan bastante igual estas mini digo nimiedades literarias –: la Literatura nos dará acceso a la visión del mundo del autor, pero jamás a la objetividad absoluta. Además, a esto se suma un problema (o dos): la dificultad de determinar qué es la objetividad. ¿Existe realmente? Pues la realidad no es nada si no hay alguien que la observe y la interprete: así la observación nunca se da sin interpretación. Por ejemplo, mirar ya implica selección pues estás mirando eso – un chico, un árbol, un libro, una calle – y no otra cosa, que has rechazado. Así, la objetividad – parafraseo mis apuntes – es un ideal de una ciencia que niega el dinamismo de los hechos. ¿Y qué es esto sino Nietzsche? Dejadme ir un poquito más allá y lo entenderéis. Según el teórico literario Senabre hay dos hechos fundamentales que marcan el trayectorio las ciencias culturales: por un lado, la implantación de la historia de la Literatura como materia de estudio en los distintos niveles educativos y, sobre todo, el desarrollo de las ciencias naturales y del Positivimo –argh, lo siento, pero argh –. Los literatos tratarán de imitar las ciencias culturales pero la experiencia literaria no es un hecho que responda a la aplicación mecánica de una serie de reglas y pautas: todo texto literario es único y no se puede reducir a métodos científicos que busquen lo general. Y repito, ¿qué es esto sino Nietzsche y su gnoseología, su crítica a las ciencias y a los conceptos que estancan el devenir y el cambio? A mí es que me encanta.

Y luego dimos un paso más. Si aceptamos que objeto (literatura) y sujeto (lector) se superponen en las humanidades, nos preguntamos ¿qué es la verdad en la modernidad? Hasta el siglo XVIII leyendo se llegaba a la verdad absoluta, ya fuese política, moral, ética, filosófica… Pero después ¿dónde está la verdad? Antes, se apoyaban en modelos prestablecidos, ahora hemos prescindido de ellos. Gadamer, otra vez, dice que el ser humano tan sólo puede comprender aquello que ha sido resultado de su propia actuación: es decir aquello que no ha sido preestablecido (al contrario de las ciencias, que estudian lo que nos viene dado, “la circustancia”, la naturaleza). La Literatura es huérfana en el sentido de que no se apoya en paradigmas metódicos y preestablecidos; La Literatura es única, producto cultural del hombre, un ente autónomo al que, quizá, deberíamos prestar un poquito más de atención.

Yo es que me lo paso pipa. De verdad. Y en relación con esto os dejo un enigma que resolveré en unos días:

¿Qué es, qué nos produce, qué relación tiene con esto? Si os digo que es arte, ¿qué sentís? ¿Hay verdad en ella? ¿Nos extraña, nos ofende, nos conmueve?

Ya veréis.
Pasad buen fin de semana (:
Natalia
(o señorita que estrena sección, El Mecanógrafo, en el Blog de Actividades Culturales de la Universidad de Zaragoza. Haced click AQUÍ para cotillearme)

1 comentario:

José María dijo...

Es la mejor asignatura del mundo, disfrútala :D