domingo, 29 de septiembre de 2013

Terribilità

I sat on a rug,
biding my time,
drinking her wine.

Les gustaba perderse, pero siempre de la mano. Y, creedme, se perdían en todos sitios: en las almohadas, en los pasos de cebra, en las camisas y en los bares. Se perdían por las grandes ciudades y entre las estatuas renacentistas. A veces, cuando intentaban leer clásicos del diecinueve juntos, se perdían entre los párrafos y se encontraban en el cuerpo del otro, entre las colinas de los dedos de los pies y la autopista de los lunares. Todo a su alrededor parecía prescindible, como el fondo borroso de una fotografía. Todo era una excusa para darse la mano y mirarse de aquella forma tan envidiable, como si se bebieran el uno al otro. Eran eléctricos e incontenibles. Eran implícitos. Si los mirabas a los ojos, no estaban allí. Estaban siempre con el otro, a lo lejos. Dándose la mano en una metáfora sutil pero infalible. Vivían dentro del límite de su propio cuerpo, pero siempre tenían esa fuerza bajo los párpados, en las pestañas, quizá también en la punta de los dedos. Esa fuerza contenida, domesticada, un espasmo ralentizado, un grito sordo, una ira dulce. “En esto somos un poco como John y Yoko, ¿no crees?”, decían. En esto de dejar pasar el tiempo solo bebiendo vino y mordiéndonos los uñas, mirándonos a los ojos. Si tú los mirabas a los ojos, no estaban allí. Estaban perdidos en algún lugar, encendiendo fuego en una cabaña de madera o cocinando pasta en una cocina desordenada. O quizá dormidos escuchando rockabilly. En eso eran un poco como John y Yoko, en lo de perderse en el otro irremediablemente y dejar pasar el tiempo buscando la salida del laberinto. A todos asustaba esa fuerza de lo implícito. Ese amor tan sobrecogedor que no es necesario expresarlo en palabras porque se lee en el olor o en la mandíbula. Vivían en el límite de su propio cuerpo pero parecía que en cualquier momento se iban a levantar del día a día, del café a las seis los sábados, de verse los jueves, de llamarse por teléfono los domingos, parecía que en cualquier momento iban a levantarse de sí mismos, de su existencia pausada, acogedora, mirando siempre hacia adelante, siempre de la mano, siempre perdiéndose. Parecía que en cualquier momento, tras una sutil señal que, por supuesto, solo ellos conocerían, iban a levantarse, a dejar todo atrás y a dejar de perderse. Parecía que en cualquier momento iban a hacerse explícitos y entonces su amor, probablemente, haría historia.

No hay comentarios: