domingo, 22 de septiembre de 2013

43 minutos.

Le están volviendo loca, los armarios, las mesas, los pomos de la puertas, el suelo frío bajo los pies y los solos de guitarra. La voz de Lennon, el ritmo del bajo, la canción que se desliza y se pega a su espalda y a sus tobillos, la canción ondulante. La canción que imita a olas, que parece que se pierde y vuelve a mojar la arena, una y otra y otra vez. Es una canción como de directo imposible, de concentración celestial o quizá de abandono total, como su abandono, su abandono en la nuca o en los lunares.

Porque el amor lo es todo, el amor es todo, el amor es el silencio detrás de las voces de los Beatles, las armonías perfectas, pero también es la olla manchada después de concinar espaguetis o el suelo repleto de queso, o las miradas perdidas en el espejo tras una ducha. El amor son ellos.

Y a veces, hace falta subir, subir, subir muy alto, porque a veces la vida te ha dejado muy, muy, muy, bajo, los amigos que te olvidan, los pisotones, las traiciones, el sabor amargo del rencor. Y a veces el amor es eso, volver a empezar, volver a subir, porque a veces hace falta subir y necesitas ese empujón, esa mano caliente en tu espalda mientras conectas unos altavoces o ese beso en la raíz del pelo cuando estás llorando, o esa mano que aparta el dedo del gatillo de esa pistola con la que a veces te apuntas tú misma.

Y por qué no, por qué no dejar de torturarte y dejarte llevar, nadie, nadie nos está observando, nadie está escuchando esta música ni sintiendo esta electricidad, nadie ve, nadie entiende, por qué no deslizar un dedo sobre los labios del otro y dibujarlo, o por qué no subir el volumen o caminar por la carretera. Cambiar, cambiar, como McCa cuando cambia de voz en Anthology, como si se cansara, esa voz de Oh Darling y esa voz de niño bueno de Liverpool, cambiar y encontrarse las cosquillas o las pausas.

Aunque a veces la temperatura sube, como la fiebre de George en Roll Over Beethoven, o el mono de Lennon, que quiere huir y huir cuando es demasiado tarde. Las palabras de explicación, el ya no quiero más, la calma después de la tormenta, o la calma que precede a la tormenta, ya no recuerda.

Quizá el mundo estaba esperándoos tan solo a vosotros: habéis roto todas las reglas con este amor pausado, como de juego, como de ensayo, como tan poco a poco, como tan maduro e infantil al mismo tiempo, como tan futuro y tan pasado y tan presente, tan ahora, tan para siempre.

Y hay momentos malos, momentos en que no se puede más, momentos en que todo parece efímero y perecedero, en que os sentís solos, demasiado viejos para ser tan jóvenes, pero otras veces os sentís del universo, del universo entero, como estrellas o galaxias, como ahora en que todo vuelve a empezar, en que las palabras de disculpa o las excusas se han perdido con las sesiones de Abbey Road y todo es remolino, todo son dientes, cuando todos los cuervos vuelan espantados.

Como ahora o como cuando le dices que la quieres, que la quieres desde el momento en que la viste; como cuando dices que las quieres porque es dulce y adorable, sí, es verdad, que la quieres más y más a cada momento, que la quieres ahora, en este ahora que se alarga y se desliza, este ahora de años y de porvenires.

A veces, sin embargo, parece que no sabéis desenvolver vuestro amor. Os quedáis parados, aunque sabéis que el mundo se está moviendo, como el suelo frío que desaparece cuando la levantas por el aire, tomándola de la cintura o cuando la haces bailar sobre tus pies. Parece que no hacéis otra cosa más que envejecer, mientras la guitarra de Harrison llora y llora y llora.

Y ella también llora muchas veces de felicidad, aunque parece que no hayas hecho nada, tan solo envejecer, tan solo dormirte a su lado. Te preguntas por qué llora, te preguntas el por qué de muchas, muchas cosas, de ese algo eléctrico, en su sonrisa, su sonrisa que parece saber todo, que parece atarte, ese algo que te vuelve loco, que te hace preguntarte si tu amor crecerá más, como si eso fuera posible.

Pero lo será: será posible. Pasarán horas, segundos y meses. Pasarán cumpleaños y cumpleamores y lo mejor siempre estará por llegar. Pasar la vida juntos, en un mundo sin fin, porque la vida se acaba pero el amor es eterno, vuestro amor será eterno.

Como vosotros dos.
Siempre nosotros dos.

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Escritura automática con doce canciones de Los Beatles.
Feliz inicio de semana.
El mío lo será sin duda.
N.

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