jueves, 27 de marzo de 2008

El puente de los Suspiros

Irene caminaba despacio e intranquila entre hordas de gente que la observaba con el desprecio pintado en sus ojos, mientras sus pies, apenas cubiertos por unas sandalias resquebrajadas y rotas, tocaban el frío suelo de Venecia, mientras las aguas de los canales le salpicaban levemente en los tobillos desnudos.

Irene era una chica alta para su corta edad, ya que no alcanzaba aún los 10 años. Tenía unos ojos azules muy profundos, enmarcados por rizos castaños que le caían alrededor de la cara redonda hasta alcanzar los hombros.
La expresión de la niña era seria y serena, y aunque las manos le temblaban con facilidad, la mirada de Irene expresaba seguridad y una gran confianza en sí misma.

Vestía ropa usada y malgastada, que mostraba más de un agujero. Una gorra de color verde pistacho, no en mejores condiciones que la ropa que usaba la niña, cubría su pelo rizado, suelto sobre sus hombros.
Caminaba con paso ligero, mirando cada dos por tres sobre su hombro, esperando ver a un hombre alto y fuerte corriendo hacia ella, intentando atraparla.

Aunque, después de todo, estoy segura de que si nosotros nos encontrásemos en la misma situación que Irene, actuaríamos igual que ella. Recorríamos los mismos caminos y pisaríamos sus pasos. Haríamos lo mismo que ella:

Escapar.

Irene acababa de huir de su orfanato - ¿qué? ¡Una niña de diez años escapándose de su orfanato! Dónde sino va a estar mejor, pensaréis.
Sí, acaba de escaparse de allí y ahora se encontraba sola en Venecia, sin saber qué hacer, perdida entre la multitud y sin saber muy bien a dónde ir.
Bueno, la verdad es que sí sabía a dónde ir:

Al puente de los Suspiros.

Pero para eso, tenía que coger una góndola. Irene había montado alguna vez en ellas, en alguna salida que organizaban en el orfanato – cosa muy poco frecuente ya que solían estar siempre dentro del edificio, y no les estaba permitido salir.

El director del orfanato, el señor D’Ascolli, estaría ya en su búsqueda, así que Irene caminó más rápido.
Por fin llegó al Gran Canal dónde consiguió parar fácilmente a un gondolero, que entonaba una alegre canción.

- ¿A dónde quieres ir, pequeña? – preguntó el señor, mientras sujetaba el remo con una mano y se atusaba el bigote con otra

Irene vaciló antes de subir a la góndola.

- No tengo dinero con el que pagarle, señor – contestó.

El gondolero le sonrió.

- Una niña tan bonita como tú, no ha de pagar – dijo - ¿Y si te doy un pequeño paseo?
- De acuerdo – aceptó Irene – Pero me gustaría ir a un lugar en concreto, señor – añadió.
- ¿A dónde?
- Al puente de los Suspiros, por favor – pidió Irene.

El gondolero lanzó una alegre carcajada y asintió, tomando el remo con fuerza.

- Si es lo que quieres, adelante.

Irene subió a la góndola y se acomodó en la góndola. Su conductor, comenzó a remar y entonó la alegre canción que cantaba antes de que Irene se acercase a él.

Poco a poco se fueron alejando del Gran Canal, pasando por debajo del puente Rialto. Irene pensó en su destino. Las leyendas contaban que si se cerraban los ojos y pedías un deseo en el momento en el que la góndola pasaba por debajo del puente de los Suspiros, éste se cumplía.
Irene sonrió. Esperaba que su deseo se cumpliese.
Por fin, llegaron al puente de los Suspiros.

- ¿Preparada? – preguntó el gondolero.

Como toda respuesta, Irene cerró los ojos y suspiró. Se concentró con todas sus fuerzas en su deseo, mientras notaba como el puente de los Suspiros la envolvía en las sobras. Su corazón latió con fuerza e, instantes después, la luz del Sol le quemó el rostro.

Irene sonrió, complacida abriendo los ojos.

- ¿A dónde te llevó ahora, pequeña? – preguntó el gondolero.
-
Irene no respondió.

No tenía previsto ningún lugar adónde ir, pero sí sabía que, después de ese día, en el que había cerrado los ojos para pedir su mayor deseo, las cosas le iban a ir mucho mejor.

El gondolero la miró y sonrió. Tomó rumbo de nuevo al Gran Canal, mientras entonaba de nuevo una alegre canción.



···
Este relato lo escribí un poco más peque ^^ y demuestra que estoy enamorada de una ciudad que no conzco: Venezia...Como se puede ver en el header de blog, estoy loca por conocerla...Y este verano, si Dios quiere, este sueño se hará realidad!
Fdo.
Natalia L

2 comentarios:

Ladynere dijo...

Pues te enamorarás de Venecia y tendrás ese brillo en la mirada y esa sonrisa que nos transmite la niña de tu relato, te lo aseguro.
Me pasó lo mismo cuando fui hace tres años y eso que estuve muy poquitas horas (viaje de estudios por varias ciudades italianas).

Es completamente distinta de Edimburgo, pero las dos me enamoraron, ains.
Besos, guapa!

Meg dijo...

Como evitar enamorarse de Venecia si es hipnotizante, es uno de los lugares que nos invita a vivir el romance, los recuerdos, a disrutar el paisaje y dejarnos ver lo maravillosa que es.