La mirada ámbar de Dorian resbala por los muros bañados por los rayos de un inusual sol otoñal. El manto de hojas teñidas de tonos amarillentos que se ha depositado sobre la acera parece balancearse bajo sus pies. Su mente recrea y dibuja la imagen de la ninfa de ojos azules a la que espera, cuyos rasgos se le antojan ya borrosos.
Entonces la ve. Camina con movimientos casi estudiados, mientras la bruma parece diluirse a su paso y caer rendida a sus pies, calzados con zapatos de tacones altos. Enfundada en un ajustado abrigo negro, se desliza con delicadeza a través de la alfombra otoñal que cubre la acera. La suave brisa que corre se hace dueña de su fino cabello oscuro y lo mueve a su antojo. Entre sus labios carnosos se esconde un cigarrillo, cuyo humo se expandía a su alrededor, formando volutas que desaparecían, perdidas en el halo de belleza y orgullo con el que ella salía a pasear. Tenía piel de muñeca de porcelana, pero áspera petulancia. Con calor en la mirada, pero dotada de corazón de hielo, se presenta ante Dorian como una extraña aparición. Una femme fatale en toda regla.
Se detiene frente a él y toma el cigarro entre sus largos dedos. Expulsa suavemente el humo que, ya casi efímero, golpea la nariz de Dorian, mientras éste intenta murmurar un saludo, buscando en vano en los recovecos de su memoria qué es lo queda de él, aquel muchacho con esperanzas e ilusiones, que desde el día que conoció a aquella mujer ha quedado reducido a míseras cenizas que reflejan el espíritu de un pasado mejor.
Pero ella bloquea sus pensamientos. Su fragancia a agridulce almizcle mezclada con el fuerte olor a humo se cuela dentro de su ser y, como si de una lengua de hielo se tratase, congela todo a su paso. Todo, menos su corazón, que sigue latiendo bajo el hechizo que aquellos ojos azules emiten.
- Buenos días, Dorian – es su saludo. Ni un “siento el retraso” ni una mirada de disculpa. No hay tiempo para eso.
- Hola…- consigue murmurar el chico.
Ella sonríe, mostrando unos dientes perfectamente alineados. Sí, sus encantos parecen haber surgido efecto. Claro que no es una novedad. Aunque con Dorian… era diferente. Al fin y al cabo, ningún hombre había caído antes en sus redes tan pronto. Qué dulce, piensa. Quizá no tenía porqué hacerle daño alguno. Su gesto se endurece. No, ella no está hecha para permanecer atada. No le iban los grilletes. Ya llegaría el momento adecuado. Que seguramente sería nunca.
----
Nada en especial.
Un pequeño relato que escribí en el colegio ^^
Lo que solo me trae malos recuerdos de las horas interminables de matemáticas xD
Besos!
Natalia
Entonces la ve. Camina con movimientos casi estudiados, mientras la bruma parece diluirse a su paso y caer rendida a sus pies, calzados con zapatos de tacones altos. Enfundada en un ajustado abrigo negro, se desliza con delicadeza a través de la alfombra otoñal que cubre la acera. La suave brisa que corre se hace dueña de su fino cabello oscuro y lo mueve a su antojo. Entre sus labios carnosos se esconde un cigarrillo, cuyo humo se expandía a su alrededor, formando volutas que desaparecían, perdidas en el halo de belleza y orgullo con el que ella salía a pasear. Tenía piel de muñeca de porcelana, pero áspera petulancia. Con calor en la mirada, pero dotada de corazón de hielo, se presenta ante Dorian como una extraña aparición. Una femme fatale en toda regla.
Se detiene frente a él y toma el cigarro entre sus largos dedos. Expulsa suavemente el humo que, ya casi efímero, golpea la nariz de Dorian, mientras éste intenta murmurar un saludo, buscando en vano en los recovecos de su memoria qué es lo queda de él, aquel muchacho con esperanzas e ilusiones, que desde el día que conoció a aquella mujer ha quedado reducido a míseras cenizas que reflejan el espíritu de un pasado mejor.
Pero ella bloquea sus pensamientos. Su fragancia a agridulce almizcle mezclada con el fuerte olor a humo se cuela dentro de su ser y, como si de una lengua de hielo se tratase, congela todo a su paso. Todo, menos su corazón, que sigue latiendo bajo el hechizo que aquellos ojos azules emiten.
- Buenos días, Dorian – es su saludo. Ni un “siento el retraso” ni una mirada de disculpa. No hay tiempo para eso.
- Hola…- consigue murmurar el chico.
Ella sonríe, mostrando unos dientes perfectamente alineados. Sí, sus encantos parecen haber surgido efecto. Claro que no es una novedad. Aunque con Dorian… era diferente. Al fin y al cabo, ningún hombre había caído antes en sus redes tan pronto. Qué dulce, piensa. Quizá no tenía porqué hacerle daño alguno. Su gesto se endurece. No, ella no está hecha para permanecer atada. No le iban los grilletes. Ya llegaría el momento adecuado. Que seguramente sería nunca.
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Nada en especial.
Un pequeño relato que escribí en el colegio ^^
Lo que solo me trae malos recuerdos de las horas interminables de matemáticas xD
Besos!
Natalia
3 comentarios:
Y quien no podria tener malos recuerdos con tan fea clase jajajaja!!!
Un beso natalia, saluditos.
He caído en picado efectivamente, pero ante tu maravillosa forma de describir los detalles. He llegado hasta aquí buscando en blogger gente a la que le guste escribir y me alegro de haberlo hecho. Te invito a que pases cuando quieras por mis blogs y te indico también una web interesante: www.elcuentacuentos.com
Prometo volver por aquí en cuanto pueda.
;)
Sigues mejorando...
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