lunes, 28 de septiembre de 2009

Un apocalipsis de apicultores

Siempre quise poner tu nombre a una flor.
Las abejas son igual de bonitas; sin ellas
no tendríamos flores.


Ayer, domingo 27 - ¡se nos acaba septiembre!- fui al Teatro Principal de Zaragoza a ver la obra de La abeja reina, adaptación española de Humble Boy de Charlotte Jones, que ganó varios premios en su estreno en 2001, como el Critic's Circle Theatre Award. Así que venía bastante bien avalada.

La obra es de estas que yo clasifico como contemporánea y que a veces me cuesta más de clasificar, de encontrarle el sentido, quizá por aquello de que son menos típicas y tienen menos tópicos -¡qué trabalenguas!- que las "clásicas" - entrecomilladas porque en esto del arte es muuy dificil encontrar grupos más o menos homogéneos. Primero comentar esa pequeña variación en el título: Humble Boy deriva, sin duda alguna, de humble bee, esto es abejorro. Yo entiendo que en la versión inglesa el título se centra más en el personaje del hijo, Félix en español - del que hablaré más adelante-, mientras que en nuestra versión - la versión de Verónica Forqué - se titula en La abeja reina y es bastante obvio a quién se está refiriendo sí leéis de nuevo las líneas anteriores.

Abejorros, abejas reinas, zánganos, tooodo nos viene muy al tema, porque la obra hace una comparación entre un grupo de personas más que variopintas y una colmena. La obra sucede en el jardín de una casita en un pequeño y perdido pueblo inglés y comienza cuando las abejas desaparecen llevadas por ese grandioso apocalipsis-de-apicultores del que nos habla Félix. Flora se acaba de quedar viuda y ha recibido en su casa a su hijo Félix, dedicado a la investigación en la universidad de Cambridge. Claro que Flora no ha desaprovecahdo el tiempo: ha "limpiado" el jardín de las abejas de su marido y no duda en divertirse con su amante Luis Manero. Félix, por el contrario, sí que se muestra muy trastornado por la muerte de su padre, por la desaparción de las abejas, por el comportamiento de su madre, por el reencuentro con Rosi - la hija de Luis - con la que mantuvo una turbia relación. Félix es tildado de cobarde cuando huye del funeral de su padre y entonces comienza esta obra, que más que panel es una tela de araña llena de enredos, pero con sus momentos filosóficos. Y con ella, comienza la decadencia de Félix, el personaje principal, pese a no ser esa abeja reina que es su madre y al rededor de la cual todos orbitan.

Félix ha sido el personaje que más me ha sorprendido, pese a su aspecto desmejorado y "echado a perder", es el que mas trasfondo tiene. También nos enseña que aquel niño - pues sigue siendo niño - "rarito", vestido con un traje que le va pequeño y con el pelo grasiento, sufre por la muerte de su padre y el actor - por el siguiente párrafo andará - lo transmite de una manera taaan genial y con un solo recurso: el tartamudeo. Con esto nos transmite esa inseguridad en sí mismo, ese no abrirse a los demás, ese estar consigo mismo pese a estar rodeado en todo momento, ese aislamiento que caracteriza a su personaje y le da tanta profundidad y tantos ángulos desde el que ser estudiado.

No sé si habrá gustado o no, yo vi salir a gente de la sala. Es lo malo de ir a ver una obra por un actor o actriz. Es mejor ir con los ojos vendados y deshacerte de ese velo cuando sube el telón, para ver qué puedes encontrar. A mí no me ha sorprendido tanto Verónica Forqué como Juan Díaz -alter ego de Félix- por su sencillez, por como capta la esencia del personaje y la refleja, clara y límpida.

Creo que esta es una obra realmente curiosa de ver, tiene sus grandes momentos - como las últimas frases antes de que se apagen las luces tanto en el intermedio como en el final - y pese a que es narrada de una forma superficial descubres con facilidad el subfondo de los personajes: que la altivez solo es un disfraz y las sonrisas a veces pueden ser maquillaje.

Besos
N

P.S. Esperando confirmación - mi madre navega, que no naufraga, en Internet, curioseando a ver dónde encontramos sitio en el Principal para ver Luz de Gas

2 comentarios:

Thurvangar dijo...

Qué edificantes y absolutamente perfectos párrafos. Desde la última vez que escribí en una entrada referida al teatro y aireé mi ignorancia en este campo, lo cierto es que no he visto aún ninguna obra.
Y no será por ganas.
Pero estoy de enhorabuena, porque en algún momento del año que viene visitaré Madrid para ver alguna obra de algún autor inglés -de excursión con el instituto, vaya-.

mimi dijo...

Eres increible Natalia, tan bien narrado, explicado, expuesto. Parece una obra interesante en el sentido de las personas, y la relacion que tienen con otros y la vida. Un hombre gris, melancolico, encuelto en supeficialidad y caretas mal pintadas.

Tengo que ir al teatro hahaha.

es lo mejro que eh oido:

que la altivez solo es un disfraz y las sonrisas a veces pueden ser maquillaje





besosNat
:)(L)