martes, 5 de octubre de 2010

Aprender bien

Hoy, he conocido a Muñoz Molina. Sí sí sí. ¡Muñoz Molina! Ofrecía, como ya anuncié en el Cultural, la conferencia de "Elogio apasionado del conocimiento", inaugurando así el curso de "CAI en el siglo XXI" que versa sobre la realidad española de hoy en día.

Muñoz Molina pretende, con su conferencia, demostrar la maravilla que es aprender y hacernos ver las posibilidades que hay dentro de nosotros mismos. Destacaba ya, desde el principio, como el aprender es el rasgo más natural del hombre. Ha tachado a los bebes y niños de filósofos presocráticos que buscan el origen y el por qué del Universo, y que saben dar respuesta a todo esto desde su pequeña perspectiva. Pequeños, inexperimentados, sí, pero ansioso por saber el final de un cuento a penas se les ha contado el principio. Y hablaba Muñoz Molina de como, poco a poco, aprendemos a atarnos los cordones, a montar en bicicleta, a conducir un coche... Sostiene (y me encuentro de acuerdo con él) que aprender bien es olvidar que hemos aprendido: lo más natural ha conllevado su aprendizaje, pero nunca nos acordamos de ello. ¿Conclusión? En este caso, hemos aprendido bien.

Sin embargo, contamos hoy día con una suerte de desolación no solo en la enseñanza, sino por la apetencia por el conocimiento, el deseo de saber. Realiza Muñoz Molina en este punto una brillante comparación las generaciones pasadas: antiguamente, la ignorancia era vista como una debilidad, una humillación, un insulto de clase, la "pura imposibilidad de libre albedrío". Y por tanto, hoy día, deberíamos de saber que la ignorancia no libera, sino que embrutece.

El conocimiento, además, nos ayuda a conocernos a nosotros mismos. Y aquí sí que citaré una parte del discurso de Antonio Muñoz Molina que me ha parecido genial:

Desde que Copernico desbarató la idea de que la tierra era el centro del universo, el conocimiento racional no hay hecho más que ponernos saludablemente en nuestro sitio: somos primos hermanos del gorila y del chimpancé y parientes próximos de la rata de laboratorio y de la mosca del vinagre. El orgullo de las raíces y del origen que tanto les gusta celebrar a los peores gángsteres de la política nos lleva a todos exactamente a la misma patria, las savanas del África oriental de las que emigraron algunos de nuestros antepasados hace unos sesenta mil años. La idea tan original que tú piensas que acaba de ocurrírsete la pensó hace milenios un egipcio o un griego, y la podías haber aprendido antes y mejor formulada en cualquiera de los libros que no te molestas en leer. Tu soledad no es tan amarga porque la reconoces en un poema escrito por un desconocido. El ser humano no es el rey de la creación ni la medida de todas las cosas.
¿Y a qué conclusión llega? Que el conocimiento, el saber, fortalece nuestra soberanía personal y que, por tanto, habríamos de empezar a preocuparnos en aprender a sentir esa pasión por aprender.

Una conferencia que merece la pena escuchar, ya solo sea por el conferenciante. He podido conocerlo personalmente y ahora tengo mi ejemplar de El jinete polaco -novela más que recomendable- firmado y dedicado. Gracias a Muñoz Molina por ese ratito y, a todos vosotros, os animo a descubrir su literatura que no os dejará indiferentes.

Y, venga, animaos: Sapere aude!
Natalia

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