miércoles, 23 de marzo de 2011

Y la nada, toda mía

Me preguntó con voz temblorosa y dubitativa si yo había hecho algo por él que jamás le hubiera contado. Un acto heroico; quizá tan solo unas palabras dichas en el momento preciso, un gesto insignificante sin destinatario o un secreto inconfesable que confesar ahora que los dos nos habíamos perdido en esa nada sin manecillas que revolvía nuestras entrañas. Me lo preguntó, con voz temblorosa y dubitativa, como quien pregunta algo que no desea saber, pues intuye la culpabilidad que caerá sobre sus hombros, losa gris no sólida porque ya es pasado, tan sólo polvo o vacío, que será más culpabilidad al sentir el abrazo cálido de un halago que se andaba buscando a tientas, con la luz apagada. Ese delito entrelazado con la felicidad absoluta de saber que el otro existe aunque uno no esté, que el otro actúa aunque uno duerma, que el otro vive por uno cuando uno muere por el otro, eso era lo que esperaba sentir, abrasando sus mejillas carnadas en mate, destrozando sus pulmones por un instante, en los que podría, sin embargo, respirar, pues yo respiraría por él en el momentáneo gozo y en el instantáneo latigazo. Pero hube de callar y no pude espolear su dulce culpa ni su amargo placer, sentada tristemente en donde ya no recuerdo y llorando vagamente lágrimas invisibles y flechas. Flechas que hicieron la culpa, culpa y el placer, culpa también, por buscar él donde no le llamaban para su propio juego. Pero no, porque sí, sí, sí le llamaban: en ese vacío de losa gris que es sólida, más sólida que nunca, porque no es pasado, sino que es presente grueso o futuro espero, en ese vacío que me llenaba el pecho, debería haber estado él, debería haber respirado algo más que esta nada, debería flamear una respuesta heroica para esa pregunta llena de esperanza. Pero no había nada. Es decir, había no todo. Había nada. Nada, absoluta, densa, vacía de todo y llena de nadie. Y aun ahora, que él estará durmiendo, con las sienes martilleadas por un reloj imaginario que quiere despertarlo antes de tiempo, con el agobio en su garganta fina y de almizcle, con el edredón como pulmones y los párpados como lentes, aun ahora, yo no puedo hacer nada: ni observar la danza de sus pestañas, ni contemplar su comisura con su pálida sonrisa. Tan sólo puedo, en la distancia, robarle el insomnio escribiendo incoherencias y balbuceos, como otras tantas veces, para que él descanse y jamás vuelva a estar triste, guardarme el insomnio para mí y despedazarlo, furiosamente, entre mis manos que ojalá hubieran sido las suyas anoche para golpear al monstruo con fuerza y rabia; ojalá hubieran estado allí anoche para rozarle el pecho y regular su respiración y que no tuviera que pausársela él mismo. Ojalá pudiera estar allí ahora para decirle cuanto detesto el no poder hacer nada y llorar lágrimas invisibles para que las recoja y me diga que para eso está él: para existirme en mis torbellinos grises, para vivirme cada día y revivirme; y así, dulcemente, me confesaría todas esas cosas que ha hecho por mí y yo aun no sé, esas cosas que aun no ha hecho y hará y quizá yo nunca sabré; demostrándome así una vez más que, incluso cuando él muere, es él el quien por mí vive.

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Noches en las que ni yo me entiendo a mí misma; en las que escribo una entrada que no espero que nadie lea; en las que lo único que me siento capaz de hacer es de colgar la foto que tantas veces me pediste que colgase.

Buenas noches
Nata

P.S. Cuando leas esto ya será mañana: estarás en la universidad y habrás pensado en nuestro finde; yo ya me habré despertado y, probablemente, te haya hecho una de esas perdidas de buenos días. Cuando leas esto, este texto tan sólo tendrá sentido para ti y te hará, espero, sonreír en este nuevo día que camina hacia esta tarde, donde siempre, a la hora de siempre, que camina hacia allí como yo, con la única intención de demostrarte que el comentario que estabas pensando escribir, algo como “No, todo tú”, no es válido, porque la nada es toda mía y tú te quedas la luz azul del beso y del todo. Pasa un buen día, Guille. Sé que lo harás, por mí.

2 comentarios:

Rocío dijo...

Me tenéis enganchada a vuestra historia personal. Más monos que sois... ains. Me voy a pedir una Natalia y un Guille para reyes :)

Y el texto es precioso, no es una locura, yo le veo mucho significado.

Unknown dijo...

Y cómo entiendes lo que siento con unas pocas palabras cruzadas antes de caer exhausto a la cama. Sin poder verte u oírte me gritas lo que necesito oír. Haces que deje de asustarme ese monstruo que dos noches atrás me acosaba. Deshaces esa suerte - como tú dices - de prisión que encarcelaba temores absurdos y me separaba de tu recuerdo. Trabajando en una noche oscura para hacerme libre de nuevo, mientras yo forcejeo por última vez. Ahora ya vuelvo a oírte y sentirte...

Si me dices que tú no eres todo, dime qué tengo.