martes, 23 de agosto de 2011

Hacia ninguna parte

Este verano he pasado por muchos cruces. Sí, me dejé caer por Abbey Road. No cruzaron conmigo los Cuatro, sino que me observaron muchos turistas, taxis, buses, motos y ciclistas; aunque antes Guille me tuvo que enseñar a mirar bien antes de adentrarme en el tráfico londinense. También he cruzado carreteras y calles solitarias por Bruselas y Brujas, con olor a gofre de caramelo, perdidas entre música de Jacques Brel. Arriesgué mi vida varias veces al pasear por Ámsterdam, entre furiosas bicicletas, furiosos tranvías, furiosos peatones, entre el agua de los canales y los puentes levadizos. Después crucé una vía de tren para llegar a la playa y entonces solamente pisé arena y olas y algas; hasta que llegó el viernes y empecé a pisar piedras y rocas, espolones donde se rompe el mar, arena de noche, chancletas sucias. Y ahora vuelvo a las abrasadoras calles de Zaragoza, ruidos de obras, tranvías, buses con aire acondicionado, revelado de fotos, juegos, postres, helados, horchatas, mesas, semáforos. Leyendo de nuevo El jinete polaco de Muñoz Molina – escalofríos asegurados en cada página –, escuchando algo de Rockabilly,  volviendo a la (nuncajamás)rutina de quedar a las 16h15 en vips (o a la hora de comer en la parada), me doy cuenta de que en casa –la casa que tú tan bien conoces- es donde mejor se está porque sólo hay que preocuparse de pisar pijamas, encender ventiladores y exprimir naranjas.

Natalia ya está de vuelta.

P.S. ¿Hacia ninguna parte…? (:

1 comentario:

Unknown dijo...

Lo dudo, peduga. Ya lo sabes ^^