lunes, 12 de marzo de 2012

Éramos jóvenes que bailábamos sin voz

I think I'll let you down
(let you down)
And leave you flat
(gonna let you down and leave you flat)

THE BEATLES

Te lo he dicho tantas veces, Natalia, no puedes, no puedes, no puedes, te lo han dicho tantas veces, te lo han hecho creer tantas veces, pero ¿sabes? yo también puedo dejarme la voz, tú también puedes hacerlo. Preguntarte a qué infinito mira John Lennon cuando canta sin gafas o de qué se rien Paul y George, las mejillas y los colmillos. Tú también puedes bailar y gritar y reír de felicidad y cantar tanto y cantar tan alto que ya no sabes si estás hablando o estás imaginando que lo haces. Que nosotros tres animemos a los cuatro que aquí son cinco del escenario y que llamemos la atención de todo el público adulto, que seamos los primeros en salir a bailar en un sitio donde ya no somos los únicos que nos sabemos las letras de la mejor banda de la historia. Que tengamos que pedir un descanso y que no quieran darnos tregua, y tener que pedirle a gritos al cantante que nos lance una botella de agua porque hemos pedido como si no hubiera mañana que nos toques Hey Bulldog, si no la tocas tú la toco yo, y por detrás piden I’ve Got a Feeling y luego Help y gritar cualquiera, cualquiera, que suene la música para poder mentir una vez más y decir la próxima canción no la bailo, la próxima canción vamos a la barra, y no poder jamás ni intentarlo ni cumplirlo porque lo que resuena en esas cuatro paredes es vida y es amor y son gafas redondas sin cristales rotos.

Nata, tú también puedes, es más, tú sientes esa energía, ese bajo que no puede parar, el pianista que te mira todo el rato cuando no está teñido de humo y se ríe contigo y las señoras mayores que te señalan, que nos señalan, que os señalan, porque saben que sois jóvenes, que os queréis, que tenéis la vida por delante, que os gusta la buena música, perdón, diré solo música porque si digo buena con los de Liverpool es redundante y demasiado obvio, demasiado fácil. También es demasiado fácil cantar Yesterday cuando puedes decir ese verso dulce y pícaro, how i love your legs, me encantan tus piernas, oh my baby, más que cualquier cosa, más que los de Liverpool que están presentes en el momento de ahogarte, de despertarte, en ese instante breve en que viniste a mí y me abrazaste y no te dio tiempo a besarme pero no puedes hacerlo porque resuena la puerta y luego hacemos tortitas y volvemos a ayer, al sábado, a siempre, a esa música que nos posee, a esa juventud extrema en los dedos de tus pies, a ese ron con cocacola que quise tomarme pero no pude porque allí no había pausa, no había problemas, era solo gente pasándoselo bien y viviendo y quedándose mudos e imitando nuestros bailes, tú sentado dulcemente en esa graciosa esquina que encontraste, moviendo las piernas, tocando el piano imaginario de mis costillas, la luz de tus ojos de niño, tus rodillas como batería,  y esos besos que apagan un mundo.

No puedes hacerlo, chica, tantas veces me lo has dicho, tantas veces me lo has hecho creer pero mira por donde, quien no puede hacerlo eres tú. 

___

Mezcla de personas, tiempos, plurales, escritura automática después de un fin de semana muy grande, cenas muy rápidas, abrazos de isobaras más breves, lecturas muy buenas, camisetas sucias, miel calentada al microondas, sentimentalismo patético en Literatura Comparada, amor por Murakami y me temo que dentro de poco por Miguel Syjuco y, sobre todo, amor por ti que ya eres martes y me dices morning my dearest peace of love porque confundes piece y peace y me llamas chiquitina muy de cuando en cuando, atesorando las sonrisas y los besos que ni siquiera aun te he dado.

¡Feliz semana!
Natalia

P.S. Aun me debes un regalo de aniversario, tonto.

No hay comentarios: