lunes, 26 de noviembre de 2012

Treinta y seis moscas.


Estos días azules y este sol de infancia.
ANTONIO MACHADO.

Las arañas tejen el tiempo y las moscas, amigas viejas, me evocáis todas las cosas. Las moscas inevitables o la inevitable excusa para soñar. O para recordar y coser mi sombra. Ahora tengo aquí el ejemplar de las poesías completas de Machado y sus post-its, sus notas con boli negro, las cuadrillas escondidas entre sus páginas, son como moscas que siempre golosas, siempre vulgares, siempre revoltosas -sobre todo siempre impertimentemente revoltosas-, me evocan todas las cosas.

Ahora otra mosca viene a mi oreja y me recuerda eso de que la tristeza muda es la más fácil de todas, la que te asalta incluso en la felicidad. Recuerdo que él no lo entendía y que estuve a punto de dejarme llevar. Dos moscas. Tres. Qué feliz se es leyendo a Machado, ¿verdad? Supongo que en él – en este ejemplar naranja de sus poesías completas – se puede resumir la felicidad. Dos moscas, tres, cincuenta, un café, unas soledades, o unas cuantas, varias galerías, varias fuentes, varias plazas, los anchos campos amarillos, naranjas, marrones: todo ingrávido y gentil, como pompas de jabón.

2 comentarios:

julia dijo...

Vosotras, las familiares, inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares, me evocáis todas las cosas...

Pitt Tristán dijo...

Tu, siempre tan inteligente.
Un abrazo.