viernes, 10 de mayo de 2013

Que llena el cielo.

Ser extremadamente consciente de uno mismo, como Inés en la biblioteca de Beatus Ille. Recuerdo perfectamente cuando lo leí, cómo se la describe sentada en una butaca frente al fuego, fumando un cigarrillo o bebiendo una copa. Como si pudiera verse en un espejo. Ser consciente de ti mismo, verte desde fuera, como un pájaro, una cámara o una nube. Escuchar tu corazón latir y al mismo tiempo auscultarlo, oir tu respiración y al mismo tiempo inspirarte a ti mismo, embeberte, sentirte desbordado por tus propios gestos y el batir de tus pestañas, por tu sangre circulando, deslizándose, como una serpiente, un río o una nube.

Desear que otro sea extremada, concienzuda, instantáneamente consciente de ti mismo. Tener la cualidad de una caricia y que te sientan como una pluma sobre la piel, o como una nube, o como un tren, o como las lágrimas de una nube. Sí, como un tren, arrollando el vello de tus brazos, las células de tu piel, los alveólos de tus pulmones. Burtal y brevemente. Que otro sea consciente de ti, romper imágenes y cartas, que sea consciente de ti y te reescriba o te re-respire, que vuelva a emberberse de ti, que vuelva a latirte, que vuelva a desbordarse en tus límites, que vuelva a ahogarse en tus poros o, sencillamente, que vuelva.

Volver a llenar el cielo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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