lunes, 2 de mayo de 2011

Andiamo, ragazzi!

Al ritmo de esta frase nos movíamos por Roma. Sí, porque no hemos parado ni un momento. Sólo teníamos cuatro días, así que había que aprovecharlo y hoy, ya descansada y con un mes de exámenes y estrés por delante, puedo decir que ha merecido la pena el cansancio que todas las noches, al llegar al hotel, me asaltaba. Memorable fue, sobre todo, el del primer día.

A las 3h de la mañana salíamos de Zaragoza y llegábamos a Roma a las 11h30. Nos poníamos en marcha ya sobre la 13h y nos pateamos todo el centro, disfrutando de lugares tan emblemáticos como Piazza Spagna, La Fontana di Trevi, Piazza del Popolo, Piazza Colonno, la Iglesia de San Ignacio con su sobrecogedor trampantojo, el Pantón y la Piazza Navona rezumando Bernini. Tras la primera pizza y la primera lasagna – pues no serían las últimas – nos aventuramos en la Roma nocturna para sorprendernos con la Piazza Venezia y, sobre todo, con el Coliseo grandiosamente iluminado.

A la mañana siguiente lo vislumbramos de día, visión que me maravilla de igual forma: por su antigüedad, por su significado, por su belleza rescatada de tiempos tan lejanos. Nos dejamos caer después por el Foro y, tras una visita al Il Gesú, nos conceden una tarde libre –¡hasta las 23h!- para explorar Roma y comprar pasta y enviar postales a chicos que te esperan en España. Pruebo el pesto italiano – ñam – y un capuccino.

También visito el Vaticano: una preciosidad que encierra obras de arte como su plaza, el baldaquino o la Pietá, pero que alberga también a muchos turistas y muchos fieles –¡demasiados, para poder disfrutarlo del todo! –. Aun así, subimos los 551 escalones para llegar a la cúpula – diseño de Miguel Ángel, ese hombre está en todo-, y admirar unas preciosas vistas de la ciudad. Tras otra pizza quattro formaggi y un buen helado – nota mental: cuando vuelva a Italia, no olvidar ni el helado de banana ni el de pistacho ni el de melón –, nos encaminamos a los Museos Vaticanos que me agotan y me superan completamente. Ahí hay mucha belleza latiendo, pero el agobio me (nos) puede y nos contentamos con contemplar las Stanze di Raffaello –¡La Academia, sí! – y la Capilla Sixtina, en la que sólo habría pedido soledad. Pero no pudo ser, así que salimos de allí y nos dimos un laaaaargo paseo hasta Piazza Navona, en el que cruzamos el Tíber y fotografíamos el Castillo de San Angelo – aunque yo prefiero los ángeles del puente y la sensación de libertad de pasear por Roma a mis anchas, con un mapa arrugado y con la foto de un niño de anorak rojo y hombros arqueados –.


El viernes aun visitamos las catacumbas de San Calisto y tenemos tiempo para la última comida y las últimas fotos, pero el cansancio y la alergia nos puede y, tras un viaje con turbulencias que se me hace eterno, vuelvo a Zaragoza, a mi cama, a mi café por las mañanas, a leer El Invierno en Lisboa, a comer algo que no suene a italiano; y así, al bajar de un bus en un pueblo que siempre intuyo breve a las 16h30 de la tarde, con una bolsa amarilla con  fussilotti y con un fiat-cinquecento-que-parece-un-escarabajo, cuando escucho su saludo y sentí su abrazo, entonces, llego a casa.

Feliz inicio de semana, a mí se me va a hacer duro tras tan intenso descanso. Pero intentaré hacerlo lo mejor posible :D
Nata

P.S. He robado a mis amigas Elisa, Pilarcha y Celia unas cuántas fotos, así que darles las gracias una vez más ^^
P.S.2. Pronto podréis cotillear el viaje en mi Flickr si no lo habéis hecho ya en Facebook.

2 comentarios:

Elisa dijo...

un viaje alucinante!
siempre recordare es primera lasaña, que no fue la última, pero si la mejor que he probado en mi vida!
subir los 551 fue muy cansado, pero merecio la pena :)
un viaje alucinate aunque termine durmiendo en el suelo xD

Cel dijo...

merecio la pena!!!aunque se me pasará muuuuuuuuuuy rápido T_T
lo pase tan bien *-*
eres libre de coger mis fotitos :333