martes, 7 de mayo de 2013

Tu alma tibia (sin ti)


¡Amor de siempre, amor, amor de nunca!

Te dejaré pacer en mis mejillas, pero hoy solo me apetece leer Lorca porque cuando leo Lorca me vuelvo a enamorar, retornar a esa fábula de fuentes, sin alacranes sin hueco de venas o tu soledad esquiva en los hoteles – ¿puede ser algo más bonito que decir las cosas con Lorca? –. (Re)leer a Lorca una y otra vez, perderme poco a poco, (re)enamorándome o (des)enamorándome, descrubiendo el único Nueva York que quiero descrubir, buscarme a mí misma, encontrarme o desencontrarme.  Leer a Lorca ahora es como llorar con las fotos de una pequeña ciudad que no conoces, como si un hipotético futuro hablara de nuestra mi infancia en Menton que no es Menton sino la costa británica o quizá tan solo fábula o cuento; buscar en los huecos – mi nueva obsesión, los huecos y Lorca –, buscar en los huecos y encontrar cabeceras de cama y letras de madera y una posible alma tibia y una posible alma helada y mejillas que se dejan pacer.

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