Érase una vez una chica que se levantó a las 5h00 de la mañana, no hizo ruido, se hizo su café, cogió su camisa nueva y se dejó los billetes de autobús dentro de casa y tuvo que llamar al teléfono para que le abriesen la puerta. Érase una vez, un sábado, una chica que esperaba en una calle desierta a un Opel Corsa blanco y con la L puesta todavía. Érase un paseo por Delicias, por pasarelas sin sentido y dársenas sin fin. Érase cuatro horas de autobús de sueño interrumpido por breves abrazos y besos, y también por algún que otro entumecimiento – me estás escachando la pierna –. Érase volver a ver a Carls desde hace mucho tiempo, esperando en el extrañointercambiadordelaavenidaamerica, oscuro, como si aun fuese de noche y no las once de la mañana. Érase las chapas de Gaga, el metro con gente cantando, los billetitos irrompibles. Érase aparecer en Sol y caminar hasta la chocolatería de San Ginés y saber que para Valle eso era la Buñolería de los Modernistas y de los Dorios de Gádex y de los dialectos griegos. Érase comprar una antología de Valle por 1€. Érase verse reflejado en los espejos del Callejón del Gato y pensar en Goya y en el esperpento y en el culo del vaso y hacerse fotos del revés. Érase reconocer a una estatua de Federico desde la otra punta de la plaza Santa Ana y hacerle mil fotos y brincar y olvidarse de Calderón. Érase entrar al Prado y recorrer el arte, sala 30, sala 60, sala 17A, 34B, Goya y Goya y Goya negro y blanco y amarillo y sangre de dos de mayo. Érase comer una argentina pampera y visitar después el Reina Sofía, con su brillante Guernica de negros y grises. Érase una vez una chica que no sabía doblar mapas - ¡es como un tríptico! –. Érase subir la cuesta Moyano y volver a bajarla y pasear hasta la Gran Vía y luego hacer fotos de la Puerta de Alcalá de noche con coches borrosos; érase el Retiro de noche y las pizzas compartidas. Érase coger el metro temprano y que no haya nadie, y desayunar un croissant en la Parroquiana. Érase pasear hasta la Plaza Mayor y hacer panóramicas con la camiseta de Revolver. Érase abrasarse en el Palacio Real y hacer fotos a Larra. Érase pasear por el Barrio de las Letras y pisar al Tenorio, a Góngora, a Cervantes. Érase echarse una siesta en el Retiro y mancharse de barro. Érase otras cuatro horas para llegar a Zaragoza.
Érase, en definitiva, un chico y una chica y un fin de semana.
Natalia (:
4 comentarios:
Erase una vez un octubre zaragozano cuando la pedorra más pedorra del mundo echó un encantamiento a un chico para que la siguiera a todas partes... Desde entonces ese chico no ha parado de sonreír.
érase un madriz inhabitable y doloroso y hermoso a la vez ;)
¡Olé! Qué hermoso :D
Huertas y sus frases en el suelo.
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