El 2013 se nos va. Y la verdad, ha sido un buen año (pese a no haber estado muy presente por el blog). Cumplió en enero cinco añitos y en ese momento no me encontraba con muchas fuerzas para seguir adelante. El 2012 fue un año un poco feo, de bastantes desilusiones, y por eso el cumple del blog, aunque en enero, fue algo amargo. Pero seguimos adelante. Y una de las cosas que más me gusta hacer en esta ventanita al universo es recordar el año que se va. Y el 2013 se nos va.
Este año, para que nos vamos a engañar, no he escrito mucho. Pero he hecho otras muchas cosas. Empezando por escribir, sí, pero cositas más pequeñas: en el inicio del año me propuse guardar en un botecito papeles con todas las cosas buenas que me fueran pasando. A los pocos meses, el bote se rompió y tuvo que ser sustuido por una hucha de vaca. Y estoy super contenta porque la vaquita se ha quedado pequeña para la cantidad de cosas buenas que he ido almacenando. Esta tarde lo he abierto y ha sido genial re-encontrarme con mi yo del pasado, esa chica de inicios de enero, o la de octubre… Qué poquito a poco se va cambiando y cuántas cosas pueden pasar en un año.
¿Cositas buenas? Muchas, sin duda. Por ejemplo, gané el Primer Premio de Relato de mi facultad, con Los mundos posibles. También estrenamos “Sueño de una noche de verano” con nuestro grupo de teatro, donde seguíamos encontrándonos una y otra vez como Hermia y Lisandro. ¿Qué más? También leí una biogafría preciosa de Leonardo da Vinci, quien se ha convertido en otro amor platónico. No encuentro mucho orden en mis memorias, pero sin duda mencionaré que me he enganchado a Doctor Who y he viajado por miles de planetas, aunque para eso a veces no hace falta que la tele esté enchufada. Hemos continuado con nuestra maravillosa (no)rutina de café por las tardes, churros si es domingo, comida china a casa, o (tú) el bocadillo 13 en el Gavilla pero también hemos viajado en el tiempo, como cuando oímos por primera vez sonar ese teléfono rojo que me regalaste por los 20 años. ¡Ah, sí! Ya tengo 20 años – esto de haber abandonado el blog hace más dificil recopilar todo – y me he empachado a lacasitos, batidos de oreo y NY Cheesecake.
Mención aparte merece el viaje de verano. La verdad es que hay poquitas cosas mejores. Ya decía el año pasado que el verano es como un oasis, y el verano del 2013 sin duda lo ha sido. Descubrimos Italia y la verdad es que al mirar atrás no hay nada que no me guste: los desayunos improvisados, la pizza al taglio mirando el Panteón, el paseo en góndola. Después de dejar de morderme las uñas y de que me regalaras un anillo precioso, nos fuimos a la Beatle Week, aunque fue solo un finde. Me invitaste a scotch cola y vimos un precioso homenaje a George Harrison.
También este año he empezado a estudiar alemán – Ich spreche nur ein bisschen Deutsch aber es gefällt mir sehr gut! – y es perfecto porque nos vemos los lunes y los miércoles. Además, ¡he firmado mi primer contrato de trabajo! y desde septiembre lidio con los peques en una preciosa academia de la ciudad. Un proyecto que, aunque sacrificado, me va a ayudar mucho en el futuro, estoy segura.
Pero no todo iba a ser bonito. Ha habido cosas malas. En mayo me dio un bajón físico terrible, con el estrés de los exámenes y del trabajo, me desmayé en el tranvía y a partir de ahí necesité azucar constantemente. Pero salí adelante – la verdad es que el paraíso que es Creixell ayuda mucho-. Uno de los golpes más duros del año ha sido sin duda la pérdida de mi tía Ade. Han sido momentos angustiosos pero que hemos sabido superar en familia y que nos han ayudado a saber valorar un poquito más lo que tenemos. La echo muchísimo de menos, y de forma inesperada, me vienen a la cabeza recuerdos de momentos pasados con ella, como lo bien que me hacía el moño los días del Pilar o las pizzas tan ricas que nos hacía cuando nos quedábamos a dormir. La última vez que la vi no paraba de repetirme lo guapa que estaba. Ella sí que era bellísima, y ahora está sin duda cuidando de nosotros desde arriba. Otras cosita fea de este año – o de estos últimos meses – ha sido el cansancio: con el trabajo, acabo agotada los días. Y trabajar en Navidad no ayuda nada de nada. Pero siempre tengo quien me apoya y cuando me quedo sola, tengo la música de los Beatles.
Muchas veces se reduce a eso. A crecer, decía el año pasado, a crecer y a seguir adelante, escuchando los Beatles y refugiándote en esas personas que siempre están ahí. Desde septiembre, me declaré fiel seguidora de la filosofía a lo Harrison. He intentado inaugurar una nueva forma de ver la vida: más positiva, más despreocupada, a veces más egoísta. Y, si me da el bajón, escucho Old Brown Shoe o a John Lennon cantando que si algo no te parece bien, leave a message on the phone and tell them to screw it.
Aunque a veces ni los Beatles lo pueden solucionar y es entonces cuando entran en juego otras personas importantes. Mi familia, ante todo mi mamá, que siempre se sienta a escucharme y con quien brindo con vodka con caramelo siempre que nos es posible y mi abuela Charo, co-fundadora de nuestras eternas sobrmesas; mis amigos, sobre todo María, Carlota y Pablo, siempre dispuestos a echar café y a descubrir la literatura por nuestros propios medios; Nerea, con quien comparto cada día más y más, siempre delante de un café bien cargado y un croissant recién hecho; Luz, que pese a la distancia, sigue estando bien cerquita; mi señorita Starr que, como ella sabe, me alivia del día a día con nuestros pequeños big-bangs de los Beatles; y bueno, por supuesto, mi chico, Guille, a quien no solo quiero con locura, sino que es el que está siempre al pie del cañón, limpiándome las lágrimas, alegrándose de mis éxitos, recompensando mi esfuerzo y, lo mejor, dándome refugio, descanso y paz y conduciéndome poquito a poco a casa.
Creo que si he de hacer balance, puedo decir que el 2013 ha sido un año en el que he aprendido a valorar más lo que tengo, a fijarme en pequeños detalles, a no dejarme llevar por la tristeza fácil, y en el que me he conocido mejor a mí misma, mis fuerzas y mis límites. Creo que ha sido un buen año, con momentos duros pero que he superado, y desde esta actitud positiva, un año que puede convertirse en un año de transición hacia un bonito futuro, más pleno, lleno de nuevas experiencias.
Así que, 2014, ¿estás preparado?
¡Porque Natalia no te va a dejar parar!
¡Feliz, pero feliz de verdad, año nuevo!
2014, ¡allá vamos!